La noche dentro de mi vaso se ha caído.
Levanto el gin-tónic
y una a una apuro todas las estrellas.
No sé si he bebido demasiado.
Sólo he conseguido alejarme de mí:
porque soy cautivo de mi cuerpo
no podré irme más lejos.
La ley de las horas ha cerrado el último bar.
Me madruga una tristeza
antes de que amanezca
y con ella me paseo por las Ramblas.
Al fondo,
más allá del cercano puerto
repleto de esquifes y de velas,
el Horizonte me espera
con los brazos abiertos.
lunes, 13 de junio de 2016
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