Soñando que soñaba, descubrí que lo que soñaba soñar era más real que lo que realmente no soñaba. Y así, soñando, me di cuenta de que el mundo en si, no es más que un sueño de todos, soñado por nadie.
Un sueño te hace volar. Un sueño te hace bailar, cantar, reír; soñar. Porque a veces sueño que sueño, y lo que no sueño, es por que no quiero. Porque yo quiero lo que sueño al soñar con un mundo cambiante y fugaz.
Sueño verso en prosa; sueño prosa en verso. Sueño escribir cuentos, cuentos que hablan de sueños soñados por soñadores que no sueñan. Y soñando lo que sueño, se que algún día dejaré de soñar para convertirme en viento.
Duermo y sueño; despierto, y sigo soñando; me duermo y no dejo de soñar. Y así soñando que soñando, me doy cuenta que mi vida es sueño; y que ese sueño nunca acabará.
Pero, ¿qué hay mejor que soñar?, pues ser soñado por alguien. ¿Y qué peor?, ser soñado por nadie, y es que si nadie sueña que soy, entonces que yo sueñe no tiene sentido; y mis sueños se convierten en nada, solo sonidos.
Sé lo que haré, venderé sueños. Sueños para gente sin sueños, sueños para gente sin gloria, sueños para gente que odia. Pero no cobraré dinero, no. Pediré a cambio un favor, que reciclen ese sueño. Porque un sueño tirado se atormenta, y si es recogido por algún alma, la contaminará con ese tormento. También te pido que regales ese sueño, pues no hay mejor regalo que regalar un sueño soñado.
miércoles, 8 de junio de 2016
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