Vuelves demasiado pronto a mis anhelos,
aquí te andaba esperando, aquí veía de lejos,
continuabas la marcha rauda en tus zapatos viejos,
yo riendo a veces, llorando luego.
¿Quién me dice que tu partida no fue lejana?
Si comencé a amarte, fue por pura inocencia,
dejé mi tierra, dejé peldaños en crecimiento,
ahogué mis ojeras, descansé a ratos,
como para no perderte entre mis venas.
Y ahora regresas con ese rostro desdibujado,
marcado por la rutina y el desengaño.
Sabía que te entregarías a viejos santuarios
o serías una cortesana de la vieja escuela;
pero quise verte lozana, ardiente la mirada,
perdida pero no acabada, y hoy la muerte se acerca
a profanar-te entera, a embestir tus ojos,
a embellecer tus párpados rotos, ¿para qué?
si tú estás aquí enterrada bajo mi árbol,
y sólo ves para un costado, como yo te acomodé,
para no defraudar tanto, para no defraudar tanto..
No hay comentarios:
Publicar un comentario