A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

martes, 15 de noviembre de 2016


En la corte de Leonor de Aquitania tuvieron lugar en la Alta Edad Media los más renombrados torneos de poesía de toda Francia. Allí acudían los más exquisitos trovadores para demostrar su arte, y una vez al año se nombraba al vencedor de esta justa poética. En una ocasión, fue declarado ganador un joven desconocido y bien parecido, que se negó a dar su nombre y a indicar su procedencia pese a los ruegos de la propia Leonor. El aura de misterio que envolvía al anónimo trovador, unida a su gentileza y apostura, lo convirtieron rápidamente en uno de los favoritos de las damas del lugar. Griselda, una doncella joven y soñadora, hija menor del señor de Foix, se enamoró apasinadamente del caballero y le declaró su amor. Ante los ruegos de la joven, el trovador accedió a desposarla en secreto y llevarla consigo a su morada, pero con la condición expresa de que Griselda no debía indagar nunca su secreto. La enamorada dama prometió sin dudarlo que cumpliría con la extraña condición. Todo parecía poco con tal de poder permanecer junto con su amado. Una noche, la joven Griselda se había quedado dormida en los brazos de su amor en el castillo de Leonor de Aquitania, donde residía, y al abrir los ojos se encontró en una estancia que no conocía. Era un lugar lujoso, adornado con sedas y piedras preciosas, y junto a ella se hallaba su esposo, que le sonreía con gentileza. -Estás en mi morada, que te pertenece- le dijo el trovador-. Puedes dar órdenes a mis sirvientes, y hacer y deshacer lo que gustes. Dispones de cuadras con caballos, monteros y azores para cazar, y puedes entrar y salir a tu antojo. Eres mi dama, y todo lo mío es también para ti, Tienes doncellas prestas a servirte en lo que desees, bailarinas y músicos para solazarte, joyas y sedas para ataviarte. Si algo te falta, dímelo y te lo proporcionaré. -Nada deseo más que el amor de mi señor- respondió la joven, deslumbrada. -Bien, amor mío, pero recuerda tu promesa. La bella Griselda, llena de felicidad, selló su conformidad lanzándose a los brazos que le tendía su amante esposo. Durante un tiempo, la dama cumplió el trato y se sintió en un auténtico paraíso. El caballero trovador, siempre gentil y enamorado, pasaba la mayor parte del tiempo con su esposa. Sólo de vez en cuando desaparecía en una estancia cerrada, y ella, fiel a su promesa, no preguntaba nada. Sin embargo, la cuirosidad iba poco a poco haciendo mella en su espíritu. Un día, dejando de lado su promesa, decidió conocer el secreto de su amante caballero. Se acercó sigilosa a la puerta de la estancia prohibida, que había quedado entreabierta, y espió por ua rendija. Hororizada, vio entonces cómo el trovador se transformaba en un enorme Dragón de verdes escamas y poderosas alas, y no puedo reprimir un grito de espanto. El Príncipe Dragón se volvió al punto, y vio a la aterrorizada esposa en el umbral. Dolido por la traición de su amada, el caballero hizo que sus sirvientes llevaran a Grisleda de vuelta a la corte de Aquitania, y nunca más se volvió a saber de él.
Moraleja : La Curiosidad mató al Gato

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