Durante dos semanas se han prolongado los trabajos arqueológicos para la localización de la fosa en la que habrían de encontrarse los restos de Federico García Lorca. Llevada a cabo por un equipo internacional bajo la dirección de Javier Navarro, arqueólogo especialista en la localización de fosas de la Guerra Civil, no ha arrojado aún ningún resultado. Sin embargo, los trabajos se retomarán en enero en una superficie más amplia de este mismo paraje granadino conocido como Peñón del Colorado, lugar que señalan las investigaciones llevadas a cabo por Miguel Caballero y Pilar Góngora y que en su momento fueron recogidas en su obra Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, publicada en 2011 por La Esfera de los Libros.
La investigación de Miguel Caballero analiza de forma crítica los testimonios recogidos por el periodista falangista granadino Eduardo Molina Fajardo, publicados en 1982 de forma póstuma ante la previsible polémica que desencadenaría. La aportación de nuevos nombres a los que se implicaba directamente en los hechos y la intención de exculpar de forma total a la Falange lograron que la polémica desacreditara una obra que por lo demás se encontraba incompleta.
-La pista de los hombres de Falange-
Así pues, las indicaciones que ofrecía sobre la ubicación de la fosa del poeta no fueron tenidas en cuenta. A menos de un kilómetro de distancia la situaría Ian Gibson, partiendo de las pesquisas anteriores de Gerald Brenan y Agustín Penón. Sin embargo, una intervención arqueológica llevada a cabo en 2009 en ese lugar resultó infructuosa por lo que la atención se centró a partir de entonces en el lugar indicado por Molina Fajardo. No en vano, ya en 1998 se paralizó un proyecto de polideportivo ante las quejas de Laura García Lorca, sobrina del poeta, alegando la posibilidad de que pudieran encontrarse allí los restos de su tío.
Ésta es la opinión compartida por Miguel Caballero, el cual atribuye una mayor veracidad a los testimonios recogidos por un hombre del régimen que por investigadores que extrajeron sus testimonios del bando perdedor en un contexto de represión y en ocasiones a cambio de recompensas económicas.
Por el contrario Molina Fajardo obtuvo las declaraciones de algunos camaradas suyos pertenecientes a Falange como Joaquín Espigares o Pedro Cuesta, ambos del entorno de José María Nestares, jefe del frente de Víznar y conocedor de todo lo que sucedía en una zona declarada como frente de guerra, también fallecido en el momento de publicación del libro. Su testimonio es corroborado también por su hijo Fernando Nestares García-Trevijano quien recorrió el lugar con dos guardias de asalto que se declararon testigos de la ejecución.
Pero Molina Fajardo también recopiló las declaraciones de un masón al que identificó con las iniciales A. M. de la F., preso en Víznar por aquellas fechas. Estaríamos hablando por lo tanto de testimonios coincidentes, recabados a lo largo de distintas décadas, pertenecientes a personas que en ocasiones no tuvieron ninguna conexión entre sí.
-Un pozo abierto-
De los datos aportados por esta serie de testimonios habría de deducirse que en la madrugada del 17 de agosto Federico sería trasladado desde La Colonia, finca reconvertida en prisión dado el hacinamiento de la cárcel de Granada, hasta su lugar de ejecución y enterramiento junto a unos pozos abiertos en la cabecera de un campo de instrucción para tropas falangistas ubicado en un paraje de olivarconocido como los Llanos de Corbera.
Un lugar que resulta verosímil para el arqueólogo Javier Navarro ya que es accesible para vehículos y está ubicado detrás de una curva del camino a salvo de posibles testigos. Pese a la descripción exhaustiva que proporcionó Molina Fajardo y al análisis crítico que de estas informaciones realizó Miguel Caballero, la localización de la fosa no resulta tarea sencilla ya que se trata de una zona que se ha visto muy alterada tanto en su fisonomía como en su vegetación por lo que se hace necesario ampliar la zona de búsqueda.
De esta forma se pretende realizar un estudio de georradar en tres dimensiones en una superficie más amplia, de modo que el análisis de las anomalías del terreno permita junto al estudio de las fotografías aéreas históricas disponibles afinar aún más en la ubicación de la fosa que habría de contener los restos de Federico García Lorca y de, al menos, tres personas más: el maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros anarquistas Joaquín Arcollas y Francisco Galadí.
La postura de Luis Naranjo, director general del departamento de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía, no es tanto la de exhumar al poeta de Fuente Vaqueros como la de localizar víctimas de la Guerra Civil, postura con la que coincide el director de los trabajos arqueológicos Javier Navarro. Y es que la actitud de la familia García Lorca no ha cambiado con respecto a la exhumación de los restos de Federico y nuevamente con ocasión de esta última búsqueda han manifestado su deseo de preservar la fosa, huyendo del posible espectáculo que pudiera originarse y dejando los restos del poeta como uno más, junto a los de quienes compartieron su muerte.
-Descendientes enfrentados-
En este sentido, mientras que los descendientes de Dióscoro Galindo han venido manifestando posturas encontradas los nietos de Francisco Galadí sí han reclamado desde un primer momento la recuperación de los restos de su familiar. En el caso de Joaquín Arcollas, muerto sin dejar descendencia, nadie lo ha reclamado. Pero la situación se hace más compleja al existir indicios de otras dos personas que pudieran encontrarse enterradas en esta misma fosa. Se trataría del inspector municipal de tributos Fermín Roldán y del restaurador Miguel Cobo. Los restos de ambos, han sido reclamados por sus descendientes.
Por lo tanto, en el caso de que finalmente se localizara la fosa, el equipo que lleva a cabo los trabajos arqueológicos no procedería a la exhumación de los restos sino que sería presentada una denuncia, quedando reservada a la Junta de Andalucía la posibilidad de actuar de oficio.
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