viernes, 23 de diciembre de 2016
¿NAVIDAD?
¿De qué navidad me hablas hombre del mar y de las dudas?
¿Para qué tanto regalo y demasiada ropa junta?
¡Dime acaso si no lloran los famélicos perros y las lombrices
en esas barrigas llenas de cemento!
¡Dime por qué se hace ciego el aire e insomne la mirada cuando
todo cuaja perfecto para la apariencia del banquete y sus migajas!
¿Qué tan torcida ha sido la maniobra para enceguecer al mundo?
¡Qué poco cuentan los abrazos la esperanza y la sonrisa aderezada
de pequeños dardos y fusiles y embestidas!
Hemos logrado clavar piedra sobre piedra, y lamentar la caída más
longeva. ¿Cuál? La de la materia que sufre de vértigo y patrañas,
la del alma desnudándose como un loco irremediable de bufanda
agujereada y corazón sin nombre, atravesando esquinas y no pocas
madrugadas.
¿Y esos hombres con su antorcha iluminada, y su árbol verde o blanco
o azulado en los rincones de su casa moribunda y casi hastía?
¿Qué peligros recrudecen cuando todo suena a música celeste,
o la misa irremediable de rosarios, crisantemos, padrenuestros y otros
credos?
¡Hasta cuándo el egoísmo, la virtud de ensombrecerse con un ramo de
violetas o un racimo de carroña!
Ya este mundo no es el mundo de la gente, es el mundo que levanta
desde mares y raíces tan sagradas, un inmenso manicomio de avaricias,
el retorno de las balas kilométricas, un abismo donde cuelgan los millones
confiscados por la enfermedad cosmopolita, donde todo es olvido,
donde hasta el clamor se ha vuelto indiferencia.
Y nuestro Dios se ha vuelto cruz en cada encrucijada. Ha sido bueno
hasta el hartazgo, y lo hemos defraudado por no saber qué jodida parodia
es la de perecer por unas cuantas monedas infladas, o quizás no saber
si vivimos mientras sana la conciencia, o se pudre primero ese préstamo
del alma, ese préstamo que suda los rencores con el color de la hostia
ya manchada.
La Navidad ha vuelto, ¡a paso firme deletrea rostros tan felices...!; la familia
merodea en torno a los cánticos y sueños fabricados; los niños no tienen
culpa de la tragedia humana de ocultarse tras bastidores. ¿los hombres somos
hombres cuando servimos la cena en paz como remedando la última cena de
Cristo y sus apóstoles?
Tanta hambre, tanta oscuridad marchita, congelada en millones de barriles
la sangre asesinada, la cruel indiferencia sube su voltaje, los animales
masticados por humanos que dicen llamarse hijos de la bienaventuranza....¡...Ay Dios Mío...!
¡No me quedan ya palabras! Y aun sonriendo, soy un muerto en las paredes
de mi casa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-
“Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan ha...
-
“La vida es una continuación de instantes mágicos, siempre hay algo bello donde poner tu atención, incluso cuando parece que sólo la oscur...
No hay comentarios:
Publicar un comentario