A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

domingo, 8 de enero de 2017



Asistiré a tus revoloteo diario en esa cama crujiente
y llena de alevosía, donde capturaste mis insomnios y
el amargo sabor de mis ojos arrullándote frente a todos
los mares en silencio, cuando veía el amor deshacerse
en una ingratitud pasajera o en una posesión mal habida.

¡Cómo desaparecer de esta tierra entonces para ofrendar la vida
que ya no queremos!, que se cierra como un broche
de arenas movedizas, entornillándose entre cemento y fango
y columnas de falsos alaridos.

Moveré mis angustias a otros tiempos, a otras dimensiones,
donde no pueda amedrentar tu cuerpo, mucho menos
la memoria que me cediste para mis impulsos o quejidos.

Cederé las bondades que quedaron esparcidas entre mis huesos
y mi manos aún recubiertas de polvo negro, en esa torrencial lluvia
donde se bombardeó el cariño desde todos los flancos, el abrazo
fue crucificado y muerta la credencial para presentarnos como humanos.

Aún así asistiré a tu cama, amortiguado como un poseso,
desenfrenado como un lacerante adiós que ve su última ofrenda
dar rienda suelta a sus placeres insensatos. Me acercaré
a tu vientre, tomaré tus muslos bajo las amplias fronteras
de mis instintos, correré ese riesgo, te tomaré los cabellos, seré
abrupto, callaré que no te quise, que sólo fuiste una cercana despedida,
me ocultaré entre las ramas, y contaré a la tierra, hecho ya de polvo
y barro, que contigo descubrí el éxtasis demoledor, la figura materna,
el día inconcluso, los mendigos asfaltados corriendo por tu piel,
como cuando la tarde queda inconclusa o profanada por la violencia
o la estrechez de los caminos, más cercana a la muerte, díscola,
pero grata a la hora de hora darte y simplificar en tus labios la añoranza.
En tus ojos se completa un abecedario, se termina el infinito,
desaparece todo rencor encarnado en otros tantas almas;
debe ser que fuiste hecha para el milagro presuroso,
para la entrega perfecta de los cuerpos, entre un húmedo cuarto
y una lámpara encendida desde donde acampaban los gemidos.

De tu vientre nació un capullo, una orquídea, un geranio espumoso,
una rosa sin espinas te acompañaba en tus primeros pasos;
por ello dibujé en tus hojas de papel una criatura en blanco,
cuando de pintor las uñas me doblaban los dedos,
y los dedos despuntaban los colores del verano.

Nunca supe de matices, ni de óleos, ni de amores imposibles;
me costó crecer en estos tiempos donde la risa es un peldaño
más de la apariencia, donde el cariño se desdobla, donde
ya la vida cuesta desde que levantas tus mágicos asombros
hasta que los escondes con resignada indiferencia.

Pero eres la última estrella en este desierto impío y deslumbrante,
una dosis merecida de nostalgia, fantasía y eterna complacencia;
te muestras amplia y distendida para todos, y enceguecemos
las ansias; la boca gozosa descubre en ti su dueña,
y entrega los besos como una merienda, como dar las gracias
a los grises nocturnos de la existencia.

Por ello te adoro, la gente derrama bendiciones en tu nombre
como flores en una mar abierta, escoge un pedazo de pan
para endulzar-lo con miel y agasajarte, pensar que con ello
destapan tu fiereza, porque eres del mundo, de la agonía,
del sueño mío, y de mis oscuros ojos que curvan las mañanas
y un corazón apaleado por el vértigo de mi locura.

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