A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

sábado, 7 de enero de 2017

EL LOBO BLANCO

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo vagaba por la Sierra de Coba (Tierras Altas de Trives) un lobo. Esto no tendrí­a nada de especial de no tratarse de un lobo completamente blanco. Todos pueblos de la Sierra conocen la historia del lobo blanco que fue encontrado, siendo un cachorillo, por un pastor.

En realidad fueron los perros del rebaño quienes le encontraron y curiosamente en lugar de matarlo, como era su natural inclinación, lo rodearon asombrados por el color de aquel lobezno abandonado por su manada. Tení­a pinta de lobo, olí­a a lobo pero era blanco como un corderillo y no estaba protegido por ninguna de las manadas que enseñoreaban la sierra.

Sorprendido el pastor, lo recogido, lo bajó al pueblo, y una vez allí­ lo llevó a un pajar donde lo puso a mamar de una oveja. El hambre era tan grande que el lobezno empezó a mamar de aquella oveja como si de su verdadera madre se trata.

El tiempo pasó y el cachorro creció entre el rebaño y al igual que su familia adoptiva, iba al monte, actuaba como ellas e incluso cuando el rebaño estaba en peligro, también él buscaba refugio mientras los perros les defendí­an, además, su color contribuí­a y daba fe de que aquel lobezno era un cordero más.

Creció como corresponde a su raza, aunque su piel seguí­a siendo blanca y tení­a unos ojos que daban miedo, en el pueblo los perros ya no le respetaban como cuando era cachorro y tení­a frecuentes peleas que marchaban de sangre su blanca piel. Poco a poco se fue alejando del rebaño, ya no lo acompañaba ni bajaba al pueblo por la noche. Por si fuera poco, el hecho de haber pasado parte de su vida en el pueblo, hací­a que su aullido fuera conocido por todos los vecinos y nadie le tení­a miedo alguno.

El pastor le tení­a tanto cariño que todos los dí­as le llevaba alimento. Jamás atacó a rebaño alguno, era un huérfano errante que sólo encontraba compañí­a con el pastor y sus perros, los únicos que seguí­an respetándole.

Pasaron los años y fueron una pareja – lobo y pastor – inseparable hasta que un dí­a estando el pastor sólo con su rebaño en la sierra, le asaltaron unos bandidos. Como ofreció resistencia, después de matar a flechazos a sus perros se pusieron a darle muerte a golpes.

De repente, los caballos de los bandidos empezaron a relinchar nerviosos como si les acechara un peligro inminente. Esto hizo que los bandidos detuviesen la inhumana paliza. Súbitamente y sin que pudieran reaccionar apareció un enorme ejemplar de lobo blanco que se lanzó al cuello de uno de ellos. La sangre manaba a borbotones de la herida , no tuvieron tiempo de defenderse y pronto saltó de nuevo a por otro bandido. El que pudo huyó despavorido como alma que lleva el diablo.

El pastor contó todo lo sucedido poco antes de morir como consecuencia de las heridas y los golpes recibidos, dijo que al menos habí­an sido diez los bandidos que le asaltaron. Cuando sus vecinos de, fueron a la sierra, encontraron los cuerpos sin vida de siete desconocidos, todos con la marca del lobo en su garganta.

Nadie volvió a ver a el lobo blanco, pero en Coba, durante muchos años lo siguieron oyendo aullar.

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