miércoles, 21 de junio de 2017
Cuando ya me haya ido,no estés triste,
no llores, solo recuérdame.
Cuando ya me haya ido,
búscame en el horizonte.
Búscame en el tenue ocaso
y me encontrarás en el lucero.
No te canses,
solo búscame.
Piensa en aquel arroyo,
búscame en el agua fresca y siéntela,
sentirás mis labios y mis besos.
No estés triste,
no llores, solo recuérdame.
En la sonrisa de esa niña,
en la suave brisa
que se transforma en vendaval.
Recuérdame en las flores,
en la fuente de agua viva,
en el vuelo de un ave,
en la luz de un candil encendido.
Cierra los ojos
y escucha tu corazón.
Él te abrirá el cofre de los recuerdos,
él me traerá de vuelta a ti
y él te recordará que te amé,
te amo y te amaré.
Cuando me haya ido,
no mueras conmigo,
vive por mí por ti,
hónrame así.
Nunca olvides que estoy contigo,
tomándote de la mano,
aunque sólo la sientas como una brisa.
Cuando me haya ido,
no desesperes, no llores,
búscame en tu corazón
y ahí me encontrarás
solo para ti, eternamente.
Recuerda que la vida es bella
y más cuando sonríes.
La vida es como es,
con sus cosas buenas
y sus cosas malas,
pero todo esta ahí
para aprender y disfrutar.
Sonríe,
por los tiempos lindos
que vivimos juntos Amor. No ocultes tu belleza madre bajo esa negra ropa, ni escondas a mi mirada las huellas que en tus rodillas dejaron los duros suelos. No madre no, nada tienes que ocultar, ni tan siquiera a tu hijo. ¿No me veías siempre, orgullosamente erguido, cuando contigo caminaba por las aceras del barrio?.
¿Cuántas veces en mi vida, escondido entre las sombras te observaba admirado en la cocina guisando, cosiendo la vieja ropa, barriendo y fregando suelos, lavando, ordenando, tendiendo y planchando sucios monos de trabajo, trabajando sin el menor descanso y siempre con una sonrisa, como agradeciendo a la vida la suerte de poder vivirla?. Y al terminar la jornada, allá por la media noche, cuando mi mente y mi cuerpo soñaban un nuevo día, el beso que nunca faltaba, lleno de amor, de esperanza, lleno de ti madre, de vida.
Ahora lloro y sonrío, me quejo y siento alegría, me contradigo y sueño. Sueño que sea verdad, aunque yo no pueda creerlo, que existe un Dios justiciero que, ahora que ya te fuiste, te busque y tome tu mano, con el amor que mereces, con la sonrisa que regalaste, con la humanidad con que viviste, y te lleve a algún lugar donde recibas con creces tanto como nos diste, a mi, a padre a quienes serviste; porque si ese Dios no existiese, aunque mi incredulidad lo niegue, entonces… ¿para qué sirvió todo el amor que repartiste?.
Hoy sentí como se rompía mi cordón umbilical y comprendí que hasta ahora, aunque estuvieses lejos, aunque ya fueses anciana, siempre me cubrió tu sombra, siempre velabas por mí. Ahora ya no te tengo y mi egoísmo retuerce mis entrañas hasta hacerme daño porque, ¡te quería tanto, tanto te necesitaba! que me olvidé de ti, de que ya estabas cansada, que te habías ganado a pulso el querer y poder morir.
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