lunes, 9 de mayo de 2016
Los hijos de Llyr Bran
Entre los hijos más destacados de Llyr, el viejo dios del mar, se hallaban: Bran el bendito,
Manawydan y Branwen. Esta historia transcurre cuando Bran era rey de la Isla de Gran Bretaña.
En cierta ocasión, Bran vio trece barcos que se dirigían hacia las costas, procedentes de Irlanda.
Todos los barcos llevaban un gran escudo colgado sobre la cubierta, como señal de que venían en son
de paz. Bran aguardó la llegada de las naves desde una alta roca. Al llegar frente a él, los marineros
irlandeses le contaron que en las naves se hallaba Matholwch, quien quería solicitar la mano de
Branwen para que Irlanda y Gran Bretaña se unieran y se hicieran más fuertes.
Los marineros le dijeron también que su rey no pondría un pie en las costas hasta que Bran le
concediera la mano de su hermana.
Bran los dejo desembarcar y ofreció un magnífico banquete al rey de Irlanda. Al día siguiente
consultó el asunto con sus consejeros y al final decidieron aprobar el matrimonio entre Branwen y
Matholwch.
Se celebró otra gran fiesta en un amplio pabellón, pues Bran era tan gigantesco que no cabía en
ninguna casa corriente. Y por la noche, Branwen se convirtió en la esposa del rey de Irlanda.
Bran tenía un hermanastro llamado Efnisien, que no podía soportar que a los demás les fueran bien las
cosas. Efnisien fue al establo donde se guardaban los caballos de Matholwch y, fingiendo no saber nada
de la boda entre su hermanastra y el rey de Irlanda, preguntó a los guardias quién había dado permiso
para que esos caballos con insignias de Irlanda estuvieran en el establo real.
Los guardias le explicaron que había caballos con insignias irlandesas porque Bran había hecho los
arreglos para que Branwen se casara con Matholwch. Efnisien, que ya sabía todo eso, simuló
enfurecerse ante la noticia y atacó a los caballos, cortándoles los labios, las orejas y las colas.
Cuando la noticia llegó a oídos de Matholwch, éste decidió volver a los barcos. Bran se enteró de que
su reciente cuñado había abandonado la corte sin despedirse y envió mensajeros a preguntar la razón.
Los mensajeros de Bran le informaron al rey de Irlanda que los caballos habían sido lastimados por el
hermanastro del rey, sin su consentimiento. Y así, los heraldos de Bran lograron apaciguar a Matholwch,
que se reconcilió con el soberano de Gran Bretaña y partió para Irlanda con los abundantes tesoros que
Bran le había regalado, en compensación por el insulto de Eifnisien.
Al principio, a Branwen le fue bien en Irlanda. Incluso tuvo un hijo, al que enviaron a educarse con
las mejores familias irlandesas. Pero luego empezaron a circular rumores acerca del gran insulto que el
rey había sufrido por culpa de un hermanastro de la reina. La gente comenzó a burlarse del rey,
instándolo a vengarse.
Así, Branwen fue expulsada de su aposento y llevada a la cocina, donde se la obligaba a cocinar para
toda la corte. Cada mañana, cuando el carnicero acudía a cortar la carne, la golpeaba como parte de su
castigo. Para que Bran no se enterara de lo que le hacían a su hermana, Matholwch prohibió que todos
sus barcos navegaran entre Irlanda y Gales.
Esta situación se prolongó durante tres años, pero Branwen no era la clase de mujer que soporta
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resignadamente un trato humillante. Capturó un estornino y lo crió alimentándolo día a día. Con
paciencia, le enseño a hablar, y al cabo de un tiempo pudo enviarle un mensaje a su hermano, contándole
sus desgracias.
Bran se indignó y declaró inmediatamente la guerra a Matholwch.
Bran era tan enorme que fue caminando sobre el lecho de los lagos, llevando sobre su espalda a todos
los arpistas de la corte. La lucha fue descarnada y murieron muchos hombres. Sólo siete de los hombres
de Bran salieron con vida. De esos siete, los más destacados eran Pryderi, hijo de Pwyll, y Manawydan.
Bran cayó herido por una lanza envenenada y, antes de morir, hizo una extraña petición: rogó a sus
amigos que le cortasen la cabeza, la separasen del cuerpo y la llevaran a Londres. Les profetizó, además,
que la cabeza organizaría fiestas en Harddlech y en Penfro. También dijo que pasarían quince años hasta
que llegaran a Londres y que cuando estuvieran en Penfro, no deberían abrir la puerta que daba a
Cornualles, porque la cabeza se pudriría. En ese caso, debían unir cabeza y cuerpo.
Los siete hombres cortaron la cabeza de Bran, como él había pedido, y abandonaron Irlanda llevando
con ellos a Branwen y la cabeza.
Pero la angustia que sentía Branwen por la pérdida de su hermano la hizo caer muerta. La enterraron
entonces a orillas del río Alaw, donde todavía existe un lugar llamado Bedd Branwen.
Los siete guerreros siguieron su camino hacia Harddlech, con la cabeza de Bran. Allí encontraron preparado
un banquete que les reconfortó el cuerpo y el alma. Tres pájaros pertenecientes a Riannon, la
esposa de Pwyll, cantaron para ellos. La magia de su canto disipó las penas. Y mientras escuchaban,
pasaron siete años, tan rápidos como un solo día.
Transcurridos los siete años debían llevar la cabeza de Bran a Penfro. Allí también encontraron una
gran sala con vista al mar y un banquete preparado. La sala tenía tres puertas: dos estaban abiertas y la
tercera cerrada, por lo que supieron que era la puerta de la que Bran les había hablado. Una vez dentro
del salón, olvidaron todas sus desgracias.
Allí permanecieron durante ocho años, pero el tiempo transcurrió tan aprisa que les parecieron días.
La cabeza de Bran presidía los banquetes como había hecho el rey en vida. Pero todo terminó como
Bran había predicho.
Un día, uno de los siete abrió la puerta cerrada y la cabeza comenzó a pudrirse. En la distancia se veía
Cornualles.
Inmediatamente todos sintieron el peso de la pena, que habían logrado olvidar durante su placentera
estancia en Penfro. Lo único que les quedaba por hacer era llevar la cabeza a Londres y enterrarla junto
con el cuerpo.
Cuando llegaron a la Montaña Blanca enterraron la cabeza, siguiendo las instrucciones de Bran. Allí
permanece desde entonces, protegiendo a su tierra de epidemias e invasiones.
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