No puedo ya dormir.
Estoy sedienta de tu lluvia
y de esos colores tuyos que impregnaron
un coloquio en mis pupilas.
Déjate oír al menos, para cubrirte de ese silencio
que traen los amores imposibles
o las calles sin freno.
Déjame tomarte toda
como una bocanada de humo,
y esparcirte luego entre los mortales.
Saber que te tienen en miniatura
será la redención de muchos,
y mi corazón abrirá un mañana con la sonrisa
encaramada en la ventana de mi casa
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