lunes, 15 de agosto de 2016
Tengo todos mis poemas
de espaldas contra la pared
no me gusta que me miren
cuando estoy a punto
de disparar mi rabia.
Hay uno que habla de ti
y cree que por ello
se salvará
y la realidad
es que será el primero
en teñir de tinta azul
la hoja del fracaso.
Soy un montón de palabras
que nunca saldrán de mi boca,
soy un tren que descarrila
lejos del folio del desahogo.
Odio leerme y encontrar
que sigo vacía
y con las mismas ansias
de arrastrarme sin escrúpulos
a lamer todo aquello
que apunte tu índice.
Siempre pensé que la asfixia
era una buena muerte
si el coño que lo hace
se humedece del acto.
Busco a la asesino perfecta
mientras me tambaleo
por los labios del pecado,
por los bares del vicio,
por las piernas del capricho.
Aún no estas, quizás ni has nacido
y por ello lo que escribo
está enseñándome la nuca
desnuda contra la pared
esperandO salvarse
de un tiroteo necesario.
Quizás cuando te encuentre
escriba algo decente
y lo enmarque en la pared.
O pierda la necesidad de escribir
y la asfixia me parezca un acto desechable,
no lo sé. Mientras tanto
ya sabes donde hallarme
al borde del último verso,
matando poemas.
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