A mí, que era un ángel, me robaron las alas. Me quitaron todas mis ilusiones, mis sueños, mis esperanzas... y ahora he de vagar sin dueño, sin destino y sin final... Sí, es mi hado, hasta que alguien me devuelva mis sueños de papel y mis alas de cristal.
Los sueños son eso, meros sueños, pues ya lo decía el genial autor Don Pedro Calderón de La Barca en su novela homónima, aquello de "¿Qué es la vida? Una ilusión (...), pues toda la vida es sueño y los sueños, sueños son".
Así estoy yo, viviendo una vida que no es mía, que se escurre entre mis dedos; viviendo una realidad que trato de olvidar y borrar de mi mente, pero no puedo. Todo gira sin cesar en mi interior, el dolor se repite una y otra vez, sin darme siquiera la opción de elegir, ni tan siquiera un segundo de paz.
Ya nada tiene sentido, es la vida que me ha tocado vivir. Entre suspiros, mis esperanzas se consumen; mis ilusiones expiran, entre sollozos y lágrimas... pero, ¡qué más da! Ahora que la locura me ha alcanzado y avanza inexorable, me hiere sin frenos, parece como si todo fuera a estallar de un momento a otro.
Me hieren las palabras de la gente, pero más aún sus burlas, sus miradas cargadas de arrogancia, ajenas al dolor del prójimo, y sus muestras de rechazo gratuitas. Más me duele aún la falsedad y la hipocresía de aquellos que están dispuestos a traicionar por una pequeña porción de gloria terrenal.
Son pensamientos de una loca aparente, de un ángel sin alas, de alguien que, como tú, trata de hacerse un sitio en el mundo. Son ideas que fluyen solas a través del papel, marcando un antes y un después, decidida a dejar constancia de mi existencia momentánea, temporal y efímera...
Ésta soy yo, rodeada de cuerdos supuestos, de vivos pensantes y muertos que sueñan, o que alguna vez lo hicieron, en su letargo, con alcanzar la calma, la paz y el sosiego eternos, proclamados en las Sagradas Escrituras...
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