sábado, 5 de noviembre de 2016
LA BESTIA Ru.......
Lucifer anda en sus dos patas, ampuloso y con las pupilas deterioradas,
no escupe nada, su ostracismo lo condena y lo estremece, se desata
una violenta batalla entre sus cuernos y su famélico aliento, estorba,
respira como un cajón al que le han quitado el barniz y los clavos,
y se desespera al oír que fue presa de muertos y enajenados.
Lucifer es un dios de bolsillo, una sabrosa inmundicia, lo que todos
queremos cuando la piel cojea su desdicha o el alma sus vértebras
rotas. Está a un paso de nosotros, tomándonos de la mano, bebiendo
unos refrescos de jugosa fruta mientras nos alcanza su sorbete.
Juega rápido y mirando al piso, se trastoca, curiosea, y a dentelladas
se carcome insultando la inocencia, renguea, la furia lo sostiene,
desarrolla un vértigo capaz de hacer palidecer ese solo abismo donde
el feto aborda su cordón umbilical, su lactancia aparentemente dulce,
y luego se retira, mirando entre los niños, a quien clavó su flecha,
a quien horrorizó el futuro, a quien le torció el corazón.
Lucifer es andrajoso, se cree omnipotente y delira muy de vez
en cuando, transforma su mirada en una retahíla de ciénagas
vivientes, y cuando tose, lacera al del costado, ese que no tiene
conciencia, al que lo ha perdido todo, al que ya nada teme sino
su propia inmundicia, más grata aún para la bestia de dos patas.
Lucifer está suelto, enjaulado o disecado, se disloca la cabeza
o se entornilla entre los párpados, pero ya oye el cantar de la
alabanza o el perdón que a todo amén sostiene. Y se limpia
las orejas con un hisopo de hierro óxido y curtido. No se la crean,
es él en toda su magnificencia.
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