A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

sábado, 5 de noviembre de 2016



En mi lecho configuré tus íntimos deslices, tu furtiva cercaníacon la fogosidad del fuego y el devenir del tiempo, me apresuré
a ser tuyo con la sola idea de una mentira, mientras revoloteabas
por las paredes tus amplias caderas definitivas.

Tus pies detenían el firmamento en mis labios, tus pechos rozaban
la fugacidad de la templanza y la moderación, se sumergía el placer
entero entre mi corazón postulado de alabanzas y remansos, y una
flor mística de otoño deshaciendo con caricias el abrazo atesorado
por años.

No supe de ti sino por tu sexo y tus presagios, alimenté el cuerpo
con la miel de tu saliva enfrascada entre mi pecho y mi llanto,
así supe conocerte mientras devorabas vorazmente, entre mariposas
y algodones, una porción antigua de mis olvidos y mi fantasía terrestre.

Conocí de cerca la nostalgia en tus senos promisorios y promiscuos,
me envolví en ellos como en una bufanda que todo lo cubre, descubrí
certeras tus bondades aleatorias, cuando volvías la espalda y te besaba
cada cosquilleo nocturno, palpándote de a poco, sintiéndote mía cuando
cerrabas las piernas y abrías la compuerta de tu dolor enajenado;
sólo así pude descubrir en mí esa costumbre tardía de no acapararte
en tus nostalgias, de no aparear la mancha que quedó entre carroñas
y espinas, y por fin devolverte con mis ojos y mi temblorosa piel
invertida, tu furtiva cercanía, tus íntimos deslices, tu tembloroso
corazón que ya se me cae, que ya se me agita.


Yo no sé si tu piel se ha posado en árboles salvajes
o en una rama florida del más dulce rosal de los campos.
Es que te percibo tan cercana a mis placeres, que te toco,
y mis manos se convierten en un vuelo inacabable de palomas
blancas, o en tajos que aperturan mi corazón desde su más obcecado
latido, hasta el último de los convites incestuosos, donde todos
claman el beso perfecto en mil rodajas, o una cláusula en blanco donde
estampar el cariño que casi siempre se nos pasa.

Yo iba detrás de ti para columpiarme en tus huellas; la arena,
los suelos y la frontera de tu territorio amenazaban con dejarme
apenas un legado de tu indiferencia, caí de asombro, y me
permití recostarme unos momentos en tu pecho de gaviota,
y así dormir el canto de los pájaros como el cielo fuera de su órbita,
ser terrenal y no divino, y más pecador aún si en ese instante eras mía,
como son las mujeres cuando enternecen sus orgasmos al derramar
a cuentagotas la savia de la vida.

Yo pensé anudarte en mis raíces, ser poseso de tu cuerpo revolcado
en mil batallas; pero eso no importaba, tenía muy en claro tus orígenes,
tu sonrisa camaleónica, cuando despertabas y pedías que te bifurcaran
el semblante y la añoranza de tu cuerpo virgen sin mesura. Después
todo cambió, y los años convirtieron estocadas en nocturnos pasadizos
de himeneo y mal amor; la vida se tornó pálida, yo la amisté con el sol,
nos dimos una vuelta en medio de herrumbrosas quejas y se nos dio
un abrazo, ¡qué profundo abrazo mi amor!, y te obsequié mis alas, mi
nostalgia, ¡y supe de a ratos cuándo convulsionó mi corazón!

Quiero conocer tu boca, explorarla como a un desierto inmenso,
sembrar una flor en sus repliegues, y andar de cuando en cuando
en la voracidad de tu aliento. Despertarme a tu costado, reír contigo
con el más burdo silencio, saberte recostada en mi pecho, augurando futuros
o presentes inmensos. Quererte de otra forma, excéntrica o antigua,
diciéndole al amor que soy un perfecto irreprimible detallista.

Quiero saber de tus manos encubiertas, de tus pies amordazados,
de tu cintura volcánica incitándome a la lujuria, deshaciéndome la piel
con la sola imagen de tus senos tumultuosos, un mundo aparte para
el sublime canto de los que acallan el placer con el susurro o la agonía
del encierro palpitante. Volverte prisa o una pausa, desgarrarte a gritos
o a una sola caricia agazapada, pero devorarte ingenua, con ese sol
inmenso que crece en mí como la naturaleza perdida de un farol en
mi ventana. Divinizar-te, encogerte, enraizar-te en mis ternuras, como
un diamante cada día esmaltado, presto para el deleite.

Quiero de ti la tormenta o tus caprichos, enceguecer-me todo,
deambular en las calles cogiéndome de las heridas lacerantes
hechas bajo sábanas recubiertas de miel sal y olivo virgen, procrear
dentro de ti el incesante cosquilleo, refugiarte en mí como si fueras
miniatura del más perfecto cielo, destapar tus orígenes, aplacar
tus dudas, o morir muy dentro de mi cuerpo.

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