Juntos pronunciamos la metáfora del lirio que en su ascenso derrama su blancura en la azucena y descubrimos el milagroso crujir del junco al roce de las pieles. Llegábamos a ser luz cuando extendíamos la pasión en algún verso y la misma sed nos envolvía.
Aún puedo sentir mi fragilidad temblando en tu misterio cuando un diálogo de besos reclamaba el ardor que precede a los suspiros.
Tal vez tan solo fuimos un paréntesis en la inabarcable irrealidad de un sueño y nunca sepamos porqué cayeron las sombras en las calles que aún guardan nuestros nombres.
No puedo comprender qué enigma envuelve este silencio. Quizás las palabras sepan de razones que escapan a los ojos y los vocablos nublen las miradas que ansían nuevos horizontes.
A veces no es tan fácil acostumbrar la piel a un nuevo tacto.
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