Mírame las manos buscando en la arenatus labios de seda llenos de brío
de sonrisas llenas.
Mírame los ojos, entra en los míos
gasta mis caminos de tanto quedarte
Usa mi silencio, bésame mi signo
piérdete en las nubes
que voy a llamarte, detrás de mi pecho
dentro de mis venas, más allá del grito
metido en tu cuerpo.
el viento que crece lleno de suspiros
me subo a tu pecho, me trepo a tu pelo
que acaricia el mío.
Amor, quédate en el aire
quédate en la niebla, dormite en el río
y volvé por la noche.
Que voy a amarte, y voy a llenarte
y voy a enseñarte
los secretos de los mares
los océanos de néctar llenos de destinos.

A veces contemplo ambientes que nunca he frecuentado
sauces que levantan sus raíces de la profundidad
entiendo las razones que imponen las luciérnagas para no llorar
y odio el pelo de todo lo que no me dijeron

A veces impongo mi color a los pétalos
observo como los labios de ella han crecido
como las sábanas pletóricas de miradas me empujan extasiadas
para saciar de carne el esqueleto de mis pasiones

A veces espero que mis dudas reflejen los impulsos
y veo nubes hamacándose con mi signo
A veces las piedras condenan a sus hormigas
los corazones laten apresurados
y una mañana se me hace una laguna
para ahogar un silencio que asfixia mis silencios
para humedecer las voces que destruyen mis voces
cuando se hacen más fuertes las letras que las melodías

A veces canto a los hombres que comen hambre
si los otros, astutos se llevaron hasta el pan duro
pateo los yuyos que esperan hambrientos el invierno
cuando son más frágiles las luciernagas
A veces le crecen dedos a mis hombros
si mi piel no llega a amamantar las hojas
Le brotan sonrisas a mis piernas
cuando las veredas tejen como viejas chusmas
contándose mis manzanas, mofándose con las serpientes

A veces les propongo caminar a las velas
para numerar mis pasos por el viento
para entender como mi alma respira
y como, y cuando
se le inflan los abrazos a mi espíritu