A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

domingo, 31 de julio de 2016

ACARÍCIAME ASÍ, SIN PRISA


Siento tus dedos en mi espalda, haciendo pequeños surcos. Me arqueo, pero no de dolor, sino de sorpresa, y sonrío. De vez en cuando no puedo evitar emitir algún que otro suspiro, o incluso respirar agitadamente.

Parece agradarte mi gesto, por lo que prosigues con tus caricias. Se trata sólo de un roce ligero, pero cargado de deseo. Es como si mi espalda fuera un piano y tú el intérprete que se encargara de tocar una bella melodía.

Deslizas el dedo índice de tu mano derecha por mi columna vertebral, provocándome un escalofrío placentero. Tus caricias me hacen gozar, y siento que me transportan a una dimensión en la que sólo los sentidos hablan por nosotros.

Me mimas y me haces verme hermosa, centrándote en el amor que sentimos y en nuestro estro derecho a disfrutarnos plenamente. No puedo ser más dichosa de lo que ya me haces tú, mi cielo. Me colmas de felicidad.

Cuando estoy contigo, siento que lo demás carece de lógica, que me transportas lejos de aquí, a un mundo diferente en el que el anhelo mutuo del uno por el otro es lo único que en verdad importa.

Aspiro y trato de tomar aire. No lo puedo controlar, y mi risa nerviosa se escucha en el silencio de nuestra habitación, lejos del resto de la humanidad que nos rodea. Al fin y al cabo, tú cuanto necesito.

Me empujas con cuidado hacia la cama, guiándome tú, dado que previamente me has vendado los los ojos. Igualmente, también has decorado con anterioridad el cuarto, iluminándolo con velas y cubriéndolo de pétalos de rosa.

Sólo puedo percibir tu tacto en mi piel a través de la yema de tus dedos. La música que suena de fondo son los latidos de mi corazón desbocado, y el tuyo, aunque pareces esforzarte en que no se note que te pasa como a mí, para no delatarte.

Depositado mi cuerpo en la cama, lo cubres de besos, colmándolo de caricias trémulas, de palabras de amor tiernas y no tan tiernas, casi desesperadas, anhelantes de mí y de la miel de mis labios, como de hecho así ocurre.

Nuestras bocas chocan, nuestras lenguas se entrelazan y nos besamos con ansia y frenesí, como si ésa fuera nuestra última noche en que nos fuésemos amar, aunque en verdad no sea así. Sin embargo, sentimos que nos necesitamos mutuamente.

Susurras una y mil veces mi nombre, mientras tus dedos hábiles se mueven por todo mi cuerpo, prodigándome decenas, cientos de caricias placenteras, haciéndome descubrir una parte de mí que no conocía, o no, hasta el momento.

Yo también puedo acariciar tu cuerpo, pero no quieres que te vea, o al menos por ahora, pues quieres que todo sea más especial e intenso. Quieres sentir que te pertenezco en un plano más trascendental, como así hago.

Me dejo hacer, arrastrándonos por la magia de tus caricias, y grito tu nombre hasta la saciedad, antes de caer desfallecida entre tus brazos y decirte una y otra vez cuánto te amo, mi amor, y cómo ansío tus caricias de forma lenta y sin prisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario