A ti que me lees...
confidente de mis angustias..
de mis dudas, de mis alegrías..
A ti que compartes mis logros y sentimientos...
Da igual quien seas..
te he dejado abierto
este rinconcito de mi corazón, y tras la pantalla
accedes a mis mas íntimas sensaciones.


Gracias por acompañarme..

domingo, 31 de julio de 2016

EL LEÓN Y SU PRESA

Un grito en la noche se escapa de mi garganta. Trémula, mi voz se dispara, ahogándose con la almohada. Mi frente está poblada de diminutas perlas de sudor, igual que el mismo rocío que cubre mis senos. Mis manos tiemblan, intentando acariciarte, pero no me dejas.

Me miras. Te divierte esta situación. Sabes que soy tuya. Que te pertenezco en cuerpo y alma. Que no hay nadie como tú en el mundo y que tú eres el centro del universo (o al menos del mío). Todo gira en torno a ti.

No hago otra cosa que pensar en ti, en tus labios, en tus ojos, en tus manos… En ese castigo que me supone verte, sentirte… y saber que, en cualquier momento y lugar, cuando y donde menos me lo espere, puedes someterme bajo tu mandato, bajo tu autoridad...

Te observo. Te miro. Te siento. Te noto. Te acaricio con la mirada. Te sé excitado. Conozco tus respiraciones, tus jadeos, sin tan siquiera oírlos aún… Te contemplo ahí, omnipotente, ante mí, haciendo gala de tu poder e influjo sobre mí…

¿Qué más quieres que te ofrezca? ¿Acaso ya no te bastan mis pruebas de fe, de sumisión? Sé que quieres oírme que te suplique que me hagas tuya, que me poseas, que me desees, que me ames… Quieres que m arrastre y te pida que me hagas sentir, vibrar de placer, estremecerme entre tus dedos...

¿Acaso no te suplican ya bastante mis ojos? No, por supuesto que no… Quieres que me humille, que me arrastre, que me postre ante ti, mostrando mi sumisa lealtad hacia ti… Deseas verme rogándote piedad, clemencia… e implorándote una pequeña (y casi insignificante) pizca de amor.

Pero, ¿sabes qué? Esta vez habrá un cambio de planes de última hora. Esta vez no seré yo quien dé el primer paso. Has de ser tú el que venga a mí, arrastrándose por una caricia mía, por un beso, aunque eso suponga que tenga que posponer mi tan ansiado orgasmo.

Esto es ya una cuestión de orgullo personal, podría decirse… ¿Y sabes qué? Puedo llegar a ser muy orgullosa, esperaré, como el león acecha a su presa, agazapada, sigilosa; aunque te aseguro que también tremendamente paciente… No tengo ninguna prisa, al menos por ahora.

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