En el lugar que resido tu llegaste a mi.
Dispuesta el alma para vencer insiste
borrar el barro de fruto de un golpe madurado.
Absorbiste la humedad de vapor ausente.
Ardor de sol en ti
Del cuerpo flamea bandera que inflama.
Ráfaga que consume y disminuye
la esencia de la eterna luz que fluye.
Sacrificio divino, néctar sin cruz que tu altar me llama.
Ahora lleno mis mañanas con tus noches.
Tomaste el hueso de mi mano, libre caricia con deleite.
El tamaño de tus ojos no ven el monte, de la imagen inerte.
Se escucha galopar de un caballo y tilín del coche.
Crecido el árbol del bien florecido,
como espuma se crece con dimensional prestancia.
Plasma en el lienzo, felicidad y constancia,
en el hueco del Edén escogido.
Se levanta suave brisa en la rama.
Transmuto el infinito, lo encapsulo de anhelo,
sin frisos plateados en el agua, se expande serena una luz en el cielo.
llenando de felicidad al ser que se ama.
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