Dices que he sido el caudillo de tu cuerpo,
la espada deslizándose entre tus muslos y caderas,
para ti he sido todo menos la furia del amor en su capullo,
o un orgasmo quien sabe en una esquina,
quizás un adiós definitivo, o la lluvia gota a gota que no cesa,
solo sé que apresuras la nostalgia, que de ti la carne no sospecha,
que de ti sólo la sombra se aparea como un cristal de espejos
infecundos, o un trino de jilgueros vivenciando las mañanas.
Dices que de ti el mundo habla la palabra más soñada,
ese estremecimiento extraño que despierta sin su alma,
esa burda indiferencia que atraviesa los rincones,
el recóndito suspiro, toda forma tuya reflejada en sus abismos,
todo canto tuyo aislado de la indecencia humana. Ese tramo
encaramado en tu destino, lleva sal de la mar y de las lágrimas,
se despierta aferrado a la inocencia, y taciturno cae
entre tus labios, como un eterno moribundo apenas.
viernes, 28 de octubre de 2016
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