sábado, 27 de mayo de 2017
Tímida.
Los lamentos se acunaban en tus párpados cansados. Se agriaba tu garganta degustando el resabio que dejaron en ti los golpes que abollaron tu alma. Tímida ante la plasticidad del viento, enraizada tu melena al cielo. Toda actitud mecánica es filtrada por tu inocencia. Si yo fuera el creador de este mundo añejo, los continentes tendrían tu silueta, los bosques tu aroma, los mares tu etérea delicadeza y la bóveda celeste la armonía cromática de tus pupilas. Abarrotado de fantasías pigmeas no puedo dilucidar los sueños de los dioses. Ni alcanzar la sombra que produce tu radiante ser fugaz. Como un árbol milenario que de balde gastó lustros sin poder andar errante por caminos no trazados. En mi mente hay un océano de faunas abisales, no quiero tiznar tus pensamientos con palabras de carbón. Cuando acabes de olvidarte que jamás me conociste, desde el borde de otro mundo aún te escribiré poemas. Me basta con tu existencia para impulsar mi deseo de respirar, me basta con tu ausencia para el vacío con letras austeras sublimar.
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